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La campaña de Samuel García representó un gran reto, porque nuestro candidato arrancó con un escenario adverso: la encuesta de El Norte (Reforma) lo mostraba en un lejano cuarto lugar con 8% y a más de 24% de diferencia con Clara Luz Flores (33%) la candidata de Morena, quien ocupaba el primer lugar de las preferencias en ese momento. Era un escenario complejo, pero nada estaba escrito.
La estrategia planteó trabajar sobre dos pilares: sus fortalezas y los diferenciadores. Las fortalezas eran el orgullo regio, el carisma, la alegría, la promesa de estado que era “Un nuevo Nuevo León” y, sin duda, la mancuerna que se hizo con Mariana Rodríguez para ganar en las redes sociales y en la calle.
Los diferenciadores nos permitieron englobar todo en un concepto: la vieja política. Esta idea permitió demostrar porque Samuel García era el único candidato diferente, que no venía del PRI, ni del sistema del que ya estaban hartos las y los neoloneses. El crecimiento fue exponencial y a mitad de la campaña, Samuel García ya ocupaba el primer lugar de las preferencias, por lo que durante más de 45 días contuvo la guerra sucia, los ataques a su familia y las embestidas de las otras fuerzas políticas. Al final de la campaña, Samuel pasó de un lejano cuarto lugar con 8%, al primer lugar con 37.5%. Es decir, en 90 días logró un crecimiento de casi 30 puntos porcentuales y Morena terminó en un lejano cuarto lugar con 14%.